La Nación, 10 de octubre de 2014
Con la visita al espacio de Carlos Huffmann en Caballito, adnCultura inicia una recorrida por talleres de artistas para ver in situ la nueva producción, tomar el pulso de la obra y escuchar la voz de su autor.
Está sentado cerca de la puerta con un libro en la mano y, detrás de él, un brazo partido o una mano tendida, enorme instalación que domina el espacio del taller. Carlos Huffmann (Buenos Aires, 1980) ha dejado el caballete y los pinceles para entregarse a esta obra desmesurada, que vuelve pequeño el espacio inmenso que alguna vez fue desarmadero de coches.
Es el lugar menos pensado, en un punto de la ciudad en el que se cruzan Honorio Pueyrredón con Méndez de Andes. No es precisamente el circuito del arte, pero sintoniza con "el andar como práctica estética", definido genialmente por Francesco Careri en su libro Walkscapes. Ser un flaneur del siglo XXI y descubrir que los límites se están corriendo. Como si la geografía de Buenos Aires reflejara lo que sucede en la práctica artística: fronteras porosas.
El relicario en Caballito se llama el trabajo que Huffmann pensó como una obra "en" su contexto de paredes descascaradas, memoria industrial y luz cenital.
"El brazo podría tener muchas razones, pero como pintor y dibujante creo que la principal es la sensación de que mi identidad se encuentra más en mi mano derecha que en cualquier otra parte del cuerpo."
¿Y el formato, la desmesura?
-El formato descomunal me interesa como prolongación de la ciudad, en particular Buenos Aires , donde nací y viví la mayor parte de mi vida. Quiero que la obra entable una relación con el espectador, provocar la sensación de un muro que impone su orden, abierto y cerrado al mismo tiempo.
¿Hay cierta afinidad con los trabajos de Adrián Villar Rojas o es una impresión mía?
-Adrián es un artista que admiro y estimo mucho. La fosa arqueológica de la cual traemos nuestras imágenes e ideas es la misma y siento que nuestros trabajos discuten el presente desde una plataforma similar, aunque con temperamentos disímiles.
¿No te angustia pensar que el brazo no podrá salir nunca de este lugar salvo que se lo rompa?
-No, en absoluto. Me gusta pensar en el brazo como un fantasma; un evento que pasa en este lugar y en este momento. Que sólo quede una reverberación en la mente de quienes vinieron a visitarlo.
¿Es tu brazo?
-Creo que es mi brazo pero es también un brazo de la ciudad. Es un brazo porteño.
¿Qué sintonía hay entre este relicario y tus pinturas?
-Para mí esta obra es muy similar a pintar dentro de una foto, ejercicio que he hecho en muchas de mis obras pictóricas. Aquí hay un escenario fotográfico y una intervención de pintura. El escenario es el galpón, la intervención es el brazo en una escala justa para el galpón que lo contiene