La Nación, 7 de diciembre de 2012
Carlos Huffmann sorprende en la galería Ruth Benzacar con La juventud de los ancestros: el regreso de la pintura y la figuración en una muestra de retratos colgados a la manera ?del museo decimonónico. Personajes reales y de ficción son las piezas de un imaginario en el que la literatura, como referencia, y el dibujo, como práctica, se articulan plásticamente.
El último escalón de acceso al búnker de la galería Ruth Benzacar en Florida 1000 es el umbral de una muestra sorprendente. Son las obras de un artista enamorado de los libros que encuentra un espacio límbico entre la pintura, la literatura y el dibujo. Tras muchos años de instalaciones, videos, objetos y nuevos formatos vuelve la obra a estar colgada de la pared, y la primera sensación es de extrañamiento, al ver los cuadros con sus marcos y la chapa de bronce en el sentido más convencional, casi un remedo de las galerías de comienzos del siglo XX, como Witcomb y Müller. El formato y la secuencia son la oportunidad para que Carlos Huffmann lleve adelante su exploración del universo personal en La juventud de los ancestros , título de la muestra en la que se conjugan el ADN literario, el recuerdo de su abuelo Héctor Hidalgo Solá -desaparecido durante la dictadura-, la frecuentación de los libros desde los tiempos en que El Ateneo era una empresa familiar y una vez por año tenía derecho a llevarse a casa un "cupo" de libros de su elección, y, en el presente, la acción de la editorial fundada por su madre, Adriana Hidalgo.
En su amable manera de decir admite la "necesidad" de estas narraciones visuales, de territorios híbridos, casi bastardos, en los que se cruzan el perfil inconfundible de Coco Chanel con un boceto fashion de fondo; el retrato de Amalita; la curtida cara de un parroquiano ensimismado o el superhéroe del animé japonés desafiando el poder de turno.
Al hablar de su obra, Huffmann puede decir, por ejemplo, que esa figuración lisa y llana es, al mismo tiempo, abstracta. Lo que vemos ¿es lo que miramos? Y la pregunta evoca de manera inevitable el imperdible diálogo mantenido días atrás en el programa TED Puerto Madero entre Mariano Sardón y Mariano Sigman. Los espejismos y los mensajes encriptados están contenidos en la mirada, explicarán desde el abordaje del arte y de la ciencia, pero la contemplación de la obra de arte puede ser también activada desde la palabra. Cuentan que Borges y María Kodama habían creado un "catálogo" de colores para compartir cuando el escritor ya no pudiera ver, tomando como referencia obras maestras del arte universal, amarillo Van Gogh, rojo Tiziano, azul Monet...
"Una buena ficción es lo más cerca que se puede llegar a la experiencia de la realidad", dice Carlos Huffmann y avanza como un llanero solitario por el territorio recuperado de la pintura con los libros como escudo. Tiene algo del superhéroe del cómic nipón, por lo pronto, el pelo rosa del Retrato del artista como un joven escritor, y el título del cuadro es una referencia a Joyce, una manera de mantener viva la llama literaria.
El dibujo, la literatura y la pintura, en ese orden, aparecieron en su vida. Cumplió el mandato del título universitario y el paso por Economía, una carrera diametralmente opuesta a su vocación, pero un buen entrenamiento "para conocer la mente del enemigo". Con una formación en la se mezcla la experiencia del autodidacta, el paso por talleres, clínicas y un máster internacional, en la prestigiosa CalArts, Carlos Huffmann encarna al artista siglo XXI, alerta a lo que sucede en el mundo, decidido a seguir sus intuiciones y a escuchar la voz interior.
El catálogo de mano está dedicado a Héctor Hidalgo Solá . En la muestra hay un espacio para la reflexión y el homenaje. Una serie de lápidas-esculturas que recuerdan pérdidas: los nativos, la cultura precolombina, los soldados sin nombre, los desaparecidos de la dictadura... las vidas perdidas que se convierten en una narración. El superhéroe de la ficción y el artista intentan hacer justicia y responder preguntas que no tienen respuesta.