Las mutaciones de una época, por Federico Baeza
8 de abril de 2020



A propósito de Sin título, de la serie Doce jinetes para tres finales.
Publicado en el marco de ¨Prácticas artísticas en un planeta en emergencia¨, Centro Cultural Kirchner

Un monumento a la finitud
Sin el punto de fuga de un horizonte a la vista, la escena avanza sobre nosotrxs con la inminencia enfurecida de un gigante fuera de control. La pintura, lógicamente, detiene la irrupción de esa máquina heteróclita para permitirnos vagar en la superficie del gran lienzo. La intrusión de un gran camión de un amarillo estridente embiste una bandada de palomas y murciélagos que se dispersan alborotados; descargas eléctricas estrían el cuadro. Desde el vehículo proliferan tentáculos mecánicos que sostienen insignias harapientas mientras capturan una gran serpiente que reptaba sobre el suelo yermo. Como en el resto de la serie Doce jinetes para tres finales, desarrollada por Carlos Huffmann entre 2009 y 2015, no se ve ningún conductor: un amasijo de vendas cubre el parabrisas. Entre la densa mata verde del fondo la única figura humana que casi puede presentirse es la de un hombre armado. Finalmente, como del orden de la dedicación, una cruz y una inscripción: lord jesus christ have mercy of me. La imploración junto al violento asalto combinan desechos de industria pesada, neo-tribalismo futurista, revuelta animal y barbarie post-internet. Un imaginario que se reactualiza en estos momentos de pandemia global.

Los motivos desplegados en toda la saga pueden rastrearse en los universos del manga, el animé, la publicidad, los video-juegos o el cine de ciencia ficción. Justamente una de las operatorias centrales en el trabajo de Huffmann es el cambio de escala. Aquellos tópicos reelaborados una y otra vez en sendos cuadernos de dibujos y en intervenciones sobre recortes de revistas ahora asumen una dimensión monumental. De intempestivos bocetos de materiales siempre efímeros hacia el orden del gran cuadro de historia, del hito conmemorativo. Si los discursos modernistas han encontrado en el monumento, y más extensivamente en la obra de arte, la premisa de lo fundacional, aquí lo que se instaura es la finitud. En un mundo ruinoso emerge el célebre motivo de la vanitas como un recordatorio de una época que trasunta entre la mutación, la malformación y la emergencia de nuevas hibridaciones protésicas.

El objeto ruinoso
Con la noción de sensibilidad trash, Inés Katzenstein describía el clima artístico de la escena nacional en los umbrales de los 2000.(1) En esos años de fuerte turbulencia social se producía una intensa fascinación por el mosaico tóxico de imágenes que circulaban en frenéticas búsquedas en publicaciones globales como Art Now, también en blogs y fotologs, en la incipiente aparición de las redes sociales. Se reivindicaba el Do it yourself en clave 2.0, emergía un artista-usuario que elaboraba sus recorridos accediendo de manera deslocalizada a iconografías de lo que el arte contemporáneo, se suponía, debía ser. Fue justamente en 2001 cuando Huffmann, mientras avanzaba en sus estudios de economía, participó en el certamen Currículum Cero que organizaba la galería Ruth Benzacar de Buenos Aires. Esta marca de sus primeros años de trabajo también puede vincularse con la presencia de instalaciones hipersaturadas, conformadas por agrupaciones de objetos de consumo masivo que eran reinsertados en nuevas tramas de inteligibilidad, insólitas yuxtaposiciones que parecían actualizar la máxima surrealista del “encuentro fortuito”.(2) A diferencia de las poéticas centradas en la instalación, Huffmann nunca abandonó el ejercicio tradicionalmente plástico; el fruto de sus recolecciones debía pasar por su mano, tanto por medio del dibujo, de la pintura y, finalmente, de la escultura y de la instalación. Pero sí atendió la posibilidad de auscultar la época a partir de sus residuos.

En 2006, el año en que Huffmann regresó a Buenos Aires luego de completar el Master of Fine Arts en el California Institute of Arts, Benjamin Buchloh publicó un ensayo en torno a la figura de Gabriel Orozco que condensaba algunas problemáticas de aquel momento. En el devenir de la escultura pos-duchampiana se daba la devaluación de la producción, entendida como el dominio de los medios plásticos, para relanzar una “estética de la recolección y remembranza”.(3) Aparecía el “objeto en ruinas”, pieza marcada por su tiempo de uso que en su carácter obsoleto y fragmentario se presentaba como el reverso de los procesos de diseño y planificación. Estos materiales residuales se reinscribían en una esfera somática, constituyéndose como improntas de una corporalidad en tensión con el carácter instrumental del panorama tecnocrático. En el objeto ruinoso Huffmann encontró la materialización de su vanitas contemporánea, el residuo de un universo tecnológico en extinción.

Imaginación y mutación
En la reciente presentación de un libro dedicado a su trabajo, Extraño gobernante para un corazón, Cecilia Palmeiro, una de las figuras centrales en el movimiento Ni una menos, dijo que en la obra era posible entrever el después del “se va a caer”, intuir una imagen alucinada de las ruinas del patriarcado, tal vez su última contra-ofensiva. Desde esa misma perspectiva lee la serie Florencia Qualina,(4) indicando que la representación de aquellas máquinas se desenvuelve en el “campo libidinal de la masculinidad” marcado por un ethos de dominación y expansión. El sistema tecnocrático en el que se desenvuelve la imaginación futurista anclada en la serie no es de un signo neutro, está marcada por caracteres de una masculinidad hegemónica: penetración, destrucción y conquista. Irrumpe la figura del cyborg, un ser multiforme y protésico, visto como una bestia maquínica. También se abren otros campos de reflexión sobre distintas zonas de hibridación y mutación más allá de lo humano. Aquí los camiones asumen cuernos, garras, pieles velludas, filosas dentaduras, y los animales también pueden apropiarse de formas robóticas, como un gran felino metálico o un destartalado delfín. Lo que se vuelve a plantear, ya sea desde la perspectiva de los roles de género o de la hibridación entre especies, es la imaginación de otros vínculos que sostengan comunidades futuras en un entrópico escenario marcado por la finitud de un ciclo.

¿Cómo imaginar esas nuevas comunidades del porvenir en un horizonte en ruinas? ¿Con cuáles fragmentos de nuestra cultura, vestigios, seremos capaces de implementar nuevas prótesis y cuerpos? Hoy desde ese cúmulo de imágenes que la serie nos muestra surge un nuevo marco de lectura sobre todos esos materiales que circulan de modo efímero y acelerado en films, televisión o cómics. Es precisamente mediante la imaginación, aquella inteligencia de las imágenes, con la que tal vez podamos empezar a dar forma a las nuevas mutaciones que nos depara la época.

1__ Inés Katzenstein, “Trash: una sensibilidad de la pobreza y la sobreinformación”, en: AAVV, Poéticas contemporáneas. Itinerarios en las artes visuales en la Argentina de los 90 al 2010, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2010.
2__ Para una ampliación de esta problemática me remito al capítulo “Usar”, en: Federico Baeza, Proximidad y distancia: arte y vida cotidiana en la escena argentina de los 2000, Buenos Aires, Biblos, 2017.
3__ Benjamin Buchloh, “La escultura como recolección”, en: Gabriel Orozco, México, Museo del Palacio de Bellas Artes, 2006 [Catálogo].
4__ Me refiero al artículo en la publicación antes citada: Florencia Qualina, “Doce jinetes para una máquina”, en: Carlos Huffmann, Extraño gobernante para un corazón, Buenos Aires, edición del autor, 2018.