La Nación, 22 de febrero de 2020
Podríamos preguntarnos si un libro de arte es aquel que reproduce obras de arte, o bien aquel que, sin dejar de ser libro, es él mismo una obra de arte. Las dos opciones no se excluyen, aunque los casos son más bien infrecuentes (naturalmente, no cuentan las Biblias iluminadas ni otros volúmenes de interés bibliofílico). Uno de ellos es el objeto (llamémoslo así) que la artista checa Kveta Pacovská le dedicó al vanguardista Kurt Schwitters. Una sola vez (gracias al galerista Jorge Mara) pude revisar ese libro, cuyo sentido insondable se multiplica como pasa con el de cualquier obra de arte.
A esa especie pertenece también Extraño gobernante para un corazón, del argentino de Carlos Huffmann. Parece una retrospectiva de 15 años (2003-2018), pero es más y menos que eso: entre tapa y contratapa, se despliega una obra multiforme y viva. No es raro: el libro cumple un papel crucial en la invención de Huffmann. Dijo el artista de las obras de arte: "Ningún discurso las contiene por demasiado tiempo". Parece una certeza que enseñan los libros y que él logro convertir en libro.