¿Recursiva?, Cristina Póstleman
Revista Jennifer, 23 de agosto de 2018


Las escaleras nos conducen al sótano en donde se monta Recursiva, la muestra del artista Carlos Huffmann, consistente, fundamentalmente, en un conjunto de dibujos. Un muro atraviesa el espacio físico, aunque sin dividirlo. La idea es provocar una torsión topográfica, que despliegue el recorrido en varias instancias. Planos en inflexión intervenidos con diversos dispositivos artísticos.

¿Recursiva? Porque se trata de volver sobre la propia obra. Hay allí una operación de relevamiento, selección, agrupamiento y reagrupamiento, que se ha realizado sobre dibujos del pasado. Trabajo del propio artista y de la curadora, Laura Ojeda, que resulta en un particular y cuidado acontecimiento. Que no es recuerdo ni evocación. Es insistencia. Es una vez más y esta vez: dibujo. En acto y en la escala de lo intenso. (En) la línea transversal de su propia obra.

¿Recursiva? Porque se opera allí la conversión del compuesto espacio-tiempo en spatium, o la des-gravitación, el desafío de la lógica gravitatoria, para inventar otra. Otra lógica es posible, una según la que los objetos hallados, seleccionados, interpelados, reciclados, hacen otro trato entre ellos. Entre ellos y con el vacío. Entonces, la línea misma es otro desecho. Y también la mancha. Así como los marcos ya no son exteriores, sino otra señal de una linealidad incorregible. Parte extra partes.

¿Recursiva? Porque al seguir la línea, una estructura fractal se nos hace igualmente verosímil que una configuración de coordenadas y ordenadas rectilíneas y uniformes. Que lo que hace la diferencia es esa nimia apertura, esa suspensión del trazo explícito, que deja al desnudo -y permítanme reproducir las palabras del propio artista-, “los mecanismos de la ficción como ventana y cincel de lo real”.

¿Recursiva? Porque un nombre instalado –sabemos que Carlos Huffmann es ya un nombre-, se introduce en el sótano de una construcción desconocida y añejada de la esquina de Constitución y Pasco. Un sótano en una esquina más, de una ciudad hipostasiada en un barrio más. Un nombre, que en su vuelta a la superficie, en su retorno al afuera, reinventa Buenos Aires entre montones de basura espontánea y entrópicamente conformados, que ahora son los mismos y otros.