Otra Parte semanal, 26 de septiembre de 2024
Según la teoría de conjuntos —perteneciente a una rama de la matemática cuyo nombre técnico es matemática discreta—, se llama conjunto a una colección de elementos unidos por alguna propiedad determinada —ejemplo: el conjunto de todas las personas que asistieron a la inauguración de la muestra conjunto vacío-abierto, de Carlos Huffmann, en galería Ruth Benzacar—. Ese mundo teórico fascinante lo habitan —entre otros— el conjunto vacío (fundamental en la filosofía de Alain Badiou) y el universal, las intersecciones, las correspondencias unívocas, biunívocas, el producto cartesiano, las funciones inyectivas, biyectivas y sobreyectivas, los conjuntos infinitos (algunos de los cuales son más infinitos que otros, según el teorema de Cantor) y hasta el sintomático conjunto imagen (la serie compuesta por todos los elementos del conjunto final que se corresponden con el conjunto origen). Uno de los objetivos centrales de la teoría reside en estudiar los vínculos que se establecen entre los conjuntos (leyes de De Morgan). Por esta via regia ingresamos en la exposición de Huffmann, una colección de pinturas realizadas con la técnica gouache (similar a la acuarela) que invitan al espectador a suspender el juicio y a dedicarse, sin culpas, a la contemplación silenciosa; transcurrido cierto tiempo, sin embargo, volver sobre las imágenes produce efectos lingüísticos que pulverizan el silencio. El fenómeno se denomina crítica de arte.
Las pinturas de Huffmann fueron elaboradas bajo una estricta premisa compositiva: las formas acatan los límites espaciales, ninguna penetra en el espacio ajeno (aunque todo espacio sea propio, o como si todo espacio fuese a la vez propio y ajeno), se respetan los límites del marco, cuidándose de no tocar los bordes, salvo en las dos pinturas de mayor tamaño (creadas digitalmente), donde las formas rompen la lógica espacial y habilitan —después de la regla— la excepción. Estos movimientos estimulan el examen sobre el lenguaje pictórico y sus pertenencias o impertinencias compositivas.
Las figuras representadas, en aparente proceso de conversión (de rectángulo a elipse; de ahí que percibamos un movimiento constante), no son nuevas en el universo de Huffmann. En la muestra anterior, Compostasmas (2022), montada en esta misma galería, aunque en la sala 1, se veía un conjunto colgante de seis pinturas realizadas con distintos materiales, de gran tamaño (135 x 165 centímetros), cuyo título también era Conjunto vacío-abierto, que exhibían formas muy parecidas a las actuales, e incluso podríamos retroceder hasta el 14 de abril de 2016, según indica la fecha estampada en el frente de otra pintura que revela formas similares.
En el texto “La energía del color”, Lydia Davis cita al artista norteamericano Alan Cote: “Toda pintura deber tener una energía visual evidente. Esa energía visual es imprescindible para la pintura” (la mención de Cote parece azarosa, pero, cito a Davis, “por supuesto que en verdad no es el azar”). Al detenernos en las obras de Huffmann notamos que la energía visual, si la expresión se refiere únicamente a la potencia del color, pasaría a un segundo plano, para dar preponderancia a las relaciones entre las formas. No es que a Huffmann no le importe el color, pero las tonalidades elegidas (predomina una amplia gama de colores pastel) le quitan protagonismo y la mirada del observador se detiene en las interacciones entre los elementos más que en las cualidades de los elementos unitarios.
El montaje de las piezas implica una nueva indagación sobre el proceso creativo, como si la razón curatorial reprodujera en el exterior la lógica del interior del cuadro. Huffmann está obsesionado con las relaciones, las afinidades (o no), los vínculos (o no), las conexiones entre las pinturas, los elementos que las integran y el espacio que las contiene, configurando así una exhibición sostenida no en la astucia narrativa sino en la sutil vehemencia de lo abstracto.
Más allá o más acá de la tiranía del sentido (el tan mentado mensaje), las formas de Huffmann, gracias a la neutralidad referencial, son capaces de hablar un idioma intraducible, por eso la conclusión de Davis sobre las pinturas de Alan Cote se ajusta perfectamente a las pinturas de Huffmann: “No hay que leerlas, hay que elaborarlas visualmente. Hay que mirarlas a lo largo del tiempo. Hay que quererlas”.