El laberinto de un mundo en crisis, por Ana Martínez Quijano
Ámbito, 30 de marzo de 2022



La muestra reflexiona sobre la naturaleza despedazada y la muerte, tema recurrente en la obra del artista.

En la inmensa sala blanca de la galería hay una escultura que recuerda el título de la muestra y se puede asociar a los espacios de reciclaje de desechos orgánicos, aunque en este caso son también artísticos. La invitación que cursa la galería reproduce una obra que es la perfecta conjunción de arte y naturaleza. Sobre unos matorrales, la tierra, unas coloridas hojas con fragmentos de pinturas y unas pinceladas negras con un confite blanco, configuran un collage que recrea el concepto del compost artístico. A partir de una escultura que apenas sobresale del piso y recibe al visitante, la muestra se complejiza. Hay ocho esculturas que apenas si se levantan hasta 30 centímetros del suelo, apoyadas sobre el piso y recostadas sobre las paredes vacías.

El material posee una importancia crucial, las nueve esculturas están realizadas en fundición de aluminio y pintadas al óleo con colores diversos. Los títulos citan obras de arte argentinas del siglo XX. Desde el techo cuelga un gancho metálico que abraza seis cuadros realizados en técnica mixta. El espectador apenas accede a ver uno de ellos colgado a una distancia de tres o cuatro metros sobre su cabeza. Pero nada ha quedado librado al azar, existe la posibilidad de acceder a un código y contemplar todas las obras en la pantalla del teléfono. Los cuadros están realizados en madera, arpillera, acrílico, impresión UV y óleo. Las fotografías de estas piezas han sido “minteadas” como NFT y su destino puede cambiar si alguien reclama la propiedad.

Entretanto, la información sobre los materiales acapara la atención. “Busqué encontrar una manera escultórica de expresar mi interés por las formas híbridas. Las piezas son de aluminio pintado con óleo y el resultado de múltiples procesos industriales y artesanales. Las esculturas son un collage con la memoria de impresiones 3D, escaneos digitales, modelado en entornos de realidad virtual, arcilla y plastilina; objetos encontrados, material orgánico, tallas en madera y telgopor”, aclara Huffmann. Y, como si esto fuera poco, agrega que a estos lenguajes se suma, mediante la técnica tradicional de la “cera perdida”, el proceso de construcción de las piezas en aluminio, un metal que acepta la mano del escultor y es escasamente contaminante. En estos trabajos, como señala Umberto Eco, la materia es “no solamente el cuerpo de la obra, sino también su fin”.

Muerte

El tema de la muerte, recurrente en la obra de Huffmann desde los inicios de su carrera, está presente en las calaveras y los huesos como despojos humanos. Las posibilidades interpretativas se multiplican. De la historia del arte barroco proviene el llamado de alerta de las “vanitas”, el “memento mori”. Pero estas esculturas se perciben como los restos mal enterrados de una batalla sin nombre.

La primera exhibición de Huffmann en Benzacar hace ya una década, se abrió con una serie de lápidas. No obstante, la muestra, dedicada a la memoria de su abuelo desaparecido en plena dictadura, Héctor Hidalgo Solá, oscilaba entre la ficción y la realidad y culminó con una pintura icónica: “Retrato del artista como un joven escritor”. Un futuro a todas luces esperanzador iluminaba la escena.

En la actualidad, la estrategia del espacio de la sala blanca, abstracta y vacía, con las breves esculturas a la altura de los pies y los cuadros en el cielo, desconcierta, pero funciona. En medio del silencio visual solo cabe preguntarse: ¿en qué mundo vivimos y en qué mundo viviremos? En los inciertos y cambiantes días que corren, los discursos acerca del papel que deben cumplir el arte y el “humanismo”, entendidos en un sentido amplio, por lo general aturden y resultan monótonos. ¿Cómo pronosticar o acercar ideas en medio de una tormenta y sin perspectiva, con las mareas amenazantes de la peste, la violencia, el caos y la guerra? El vacío no se llena con palabras.

En el libro “Extraño gobernante para un corazón” que reúne obras hasta el 2018, Huffmann formula un deseo al parecer imposible: “Hacer un dibujo que se transforme en pensamiento viviente”. Pero como una profecía cumplida, allí se pueden adivinar los peores momentos de la situación actual. Una gran obra de la serie de los camiones casi destruidos, se presentará en la próxima megamuestra del Museo Moderno cuyo título, “Un día en la Tierra”, parece creado para el artista.