por Carlos Huffmann. Otra Parte Semanal, 6 de junio de 2013
La historia del arte es algo que se construye como se construye un programa político: se hace uso de los hechos artísticos para escribir una narración con sus propias potencias y contradicciones, organizada en pos de cierto resultado. Adriana Varejão es una artista que ejemplifica bien la manera en la cual una idea simple perseguida con pasión puede ser transformada en una obra importante para la historia del arte de un país.
La muestra que ocupa el segundo piso del Malba es del estilo survey, algo así como una prerretrospectiva, que da cuenta de una trayectoria y de una investigación que trasciende las particularidades vitales a las cuales se suelen circunscribir las muestras de galería. Es una muestra generosa en obras importantes y caras de transportar y retrata bien la razón de ser de esta artista.
Se trata de trabajos híbridos, engendros que no son ni cuadros ni esculturas, pero que tampoco se elevan a la categoría mística del “objeto”. En su lejos son pinturas hechas con técnicas tradicionales, mayoritariamente referidas a los ornamentos e imaginarios de la era colonial portuguesa. Al acercarnos encontramos que la superficie está ahuecada para dar lugar a unos amasijos de pintura de tonos carnosos y sanguinolentos que parecen brotar por debajo del nivel de la superficie pictórica, agregando así la dimensión escultórica a unas piezas que son para colgar en la pared. En estas obras la artista marida referencias tanto a los conceptos espaciales de Lucio Fontana como a los efectos más sensacionalistas de la pintura surrealista.
Todo este material encuentra su sentido en la exterioridad positiva de lo bastardo. Su obra no es tanto una celebración complaciente del exotismo de lo híbrido y mestizo sino una expresión incómoda, para nada elegante ni apropiada a la sensibilidad europea y de la historia del arte tal como es emanada desde los centros de poder. Las múltiples insuficiencias por las cuales esta obra nunca sería aceptada dentro de las tradiciones a las cuales hace constante referencia es la razón por la cual el trabajo de Varejão resultó un proyecto interesante para defender y promover desde su escena artística natal.
Estas obras podrán gustarnos más o menos, pero es indudable que a lo largo de los años la artista ha sido capaz de construir un corpus intenso en sí mismo, y poderoso para defender una tesis artística sobre la cultura de un país. Su desembarco en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires me hace reflexionar sobre las dificultades que tiene la cultura argentina para entender que las artes plásticas son productoras de estelas que se propagan exponencialmente a través de las décadas, además de un vehículo instrumental para la autoconstrucción.