Mónica Giron. Texto de exposición, “El Centro del Jardín”
Catálogo editado por ZavaletaLab, Buenos Aires, mayo 2009


.La palabra “energía”, cuando se usa en el ámbito de una discusión conceptual, se refiere a las consecuencias vitales del sentido. Su sitio de producción es el organismo del sujeto: el grupo compacto de impresiones procedentes del objeto resuena con la estructura particular del espectador y se manifiesta una percepción vital. Un objeto tiene una serie de características formales, semióticas y sensoriales. La energía de un objeto es un vector resultante, la suma de todas sus tensiones. Mónica Girón es una artista que ha desarrollado su práctica buscando tejer de manera directa con esta sutil materia.

A lo largo de los años, su extensa formación tanto académica como conceptual ha evolucionado al punto de poder incluir de manera orgánica herramientas pertenecientes a marcos teóricos exóticos al cánon discursivo occidental. Es así como el psicoanálisis, la astrología, la filosofía, la historia del arte, el taoísmo y las categorías del formalismo coexisten en la fuente de motivación que anima a esta artista. Las series de trabajos encuentran su punto de partida en las incógnitas que surgen de este continuo superponer y activar estructuras cuyas raíces culturales son heterogéneas.

Giron elige recursos económicos y abiertos. Una raya hecha con un lápiz desnuda el estado interno de quien la traza. La línea resultante es al mismo tiempo parte de una representación y abstracción de si misma. En las grillas de colores, el sutil y a la vez complejo prisma de tonos y valores destila un matiz específico dentro de amplios espectros, como por ejemplo el que se despliega entre la estridencia y la placidez. Una serie de esculturas se presentan como lagunas flotantes. Las aristas de su contorno delatan la existencia de una estructura interna rígida y geométrica, mientras que la superficie de cera coagula cierto nivel y tipo de agitación. Este contraste de materialidades desnuda tanto la voluntad de permanencia en el tiempo interna al objeto escultórico como una conciencia sobre la naturaleza transitoria de toda forma.

Esta economía responde a la voluntad de incluir elementos solo cuando sea necesaria su función. Cada obra es una máquina construida para experimentar con el cuerpo el funcionamiento de articulaciones abstractas. Muchas de las piezas están construidas de manera dual, pares de ojos, dípticos, colores complementarios. Giron le niega sistemáticamente un centro o lugar de reposo a la mirada. De esta dualidad dinámica nace y se vuelve palpable una tensión y su nota vital asociada. Los pares de ojos que abundan en las piezas de esta exhibición no buscan provocar complicidad empática. Son ojos redondos, planos y sin recursos cosméticos o expresivos. Al igual que las palabras superpuestas a la figuración son leídos como signo, aunque el espejo que produce su mirar involucra primero al cuerpo físico y en segunda instancia al plano mental. Peter Sloterdijk dice que “los ojos son los ejemplos orgánicos de la filosofía...no solo pueden ver, sino que pueden ver al ver. Esto les da una situación de superioridad entre los órganos de conocimiento del cuerpo”. En las maquinas energéticas de Giron, los ojos son el interfase a través del cual la obra opera sobre el espectador. En las piezas de pared estos ojos miran de manera plana y frontal. En las esculturas apuntan en todas las direcciones para posibilitar una conexión desde cualquier punto de su periferia. Si algo comparten los trabajos que pueblan esta exhibición, es que no permiten entablar un vínculo casual con ellos.

En los trabajos relacionados a la interpretación de las formas arquitectónicas, la artista ausculta primero para luego describir problemas formales hallados en edificios de uso público. Utilizando su arsenal teórico y una profunda sensibilidad pragmática, investiga paredes y pasillos en cuanto moldes de lo humano. Y nos revela algo clave sobre su posición ideológica: en vez de apuntar con el dedo y reprochar, ella incluye en su actitud crítica la posibilidad de la propuesta. Más que desplegar una oscuridad aterradora, expone los mecanismos de la luz y la sombra. El espacio que habitamos, ya sea físico o social, es un campo de tensiones y sentidos que ejercen su influencia de modo continuo, explicito y subliminal. En un escenario artístico global poblado de producciones atrincheradas en un cinismo tautológico, Giron recorre el campo de batalla con el ánimo más subversivo imaginable, el de quien de verdad cree en la mejora posible.